ALERTA: La Ciudad de México se está hundiendo a un ritmo alarmante e imparable

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Tras siglos de drenaje de agua de los acuíferos subterráneos, el lecho lacustre sobre el que se asienta esta ciudad se ha ido secando cada vez más, provocando que las láminas de arcilla se compriman y agrieten a un ritmo prácticamente imparable, explica el estudio publicado en el Journal of Geophysical Research: Solid Earth (JGR Solid Earth).

Esto no sólo pone en peligro las infraestructuras, sino que también amenaza la seguridad del abastecimiento del agua para millones de personas.

A pesar de haber puesto fin a la perforación de aguas subterráneas en la década de 1950, 115 años de datos de nivelación y los datos recopilados a lo largo de los últimos 24 años con la ayuda de GPS han revelado que la ciudad sigue descendiendo aproximadamente al mismo ritmo.

Así, los investigadores han descubierto que en el sector noreste de la ciudad, que aún no está urbanizado y en el que los índices de hundimiento han pasado desapercibidos hasta ahora, el terreno se deprime a un ritmo de hasta 50 centímetros al año.

“Incluso si los niveles de agua se elevaran, no hay esperanza de recuperar la mayor parte de la elevación perdida y la capacidad de almacenamiento perdida del acuitardo”, escriben los autores.

Un acuitardo es una región que restringe el flujo de agua subterránea de un acuífero a otro.

El hundimiento de la ciudad se puede ilustrar con una huella en la arena húmeda. Cuando se retira el pie y el agua vuelve a filtrarse, la huella comienza a llenarse de nuevo, como si fuera una almohada deprimida que se vuelve a inflar.

Sin embargo, el peso continuado de una ciudad en expansión y el constante aprovechamiento de las aguas subterráneas hacen que el progresivo hundimiento sea en gran medida inevitable. 

Algo especialmente preocupante es el hecho de que esta inmersión también se produzca en regiones que aún no están lastradas por la urbanización.

“Cuando se ponen edificios pesados en ese tipo de suelo y se utilizan cimientos poco profundos, el suelo se compacta. Esta, junto con la eliminación del agua, es la razón por la que Ciudad de México es un desastre”, dijo en 2004 a The Guardian el ingeniero geotécnico Eddie Bromhead, de la Universidad de Kingston de Londres.

Los científicos se dieron cuenta por primera vez de que Ciudad de México se estaba hundiendo a principios del siglo XX. En aquel entonces, el ritmo era de unos ocho centímetros al año. Para 1958 aumentó a 29 centímetros anuales. Esto llevó a la decisión de limitar la cantidad de agua que se podía extraer de los pozos del centro de la ciudad.

Después, el ritmo de hundimiento volvió a ser inferior a nueve centímetros al año, pero en las dos últimas décadas, los datos de mayor resolución han revelado un ritmo constante de hasta 40 centímetros al año en el centro histórico de la ciudad.

Utilizando datos modernos, los investigadores estiman ahora que las capas de arcilla bajo la Ciudad de México podrían llegar a comprimirse en un 30%, y aunque eso no ocurrirá hasta dentro de unos 150 años, hay poco que podamos hacer para evitarlo.

En la actualidad, la arcilla superior de la ciudad ya está compactada en un 17%, y los autores dicen que estos cambios son “casi totalmente irreversibles”.

Por supuesto, no todas las partes de la ciudad se están hundiendo al mismo ritmo. Algunas zonas ya se han hundido por debajo del lecho original del lago, mientras que otras permanecen en un terreno ligeramente más alto.

Aunque pueda parecer que este hundimiento no uniforme es algo positivo, en última instancia supone un mayor riesgo de fracturación superficial intensa, que puede dañar las infraestructuras y provocar la contaminación de los suministros de agua.

El agua de lluvia y de manantial que corre por las montañas que rodean Ciudad de México ha dejado a la ciudad hundida especialmente propensa a las inundaciones. A medida que la arcilla subyacente se hunde y agrieta aún más, los autores temen que este fuerte flujo descendente de agua acabe filtrándose hasta las aguas subterráneas, introduciendo contaminantes o aguas residuales.

Actualmente, el 70% del agua potable de la ciudad procede de pozos de extracción de aguas subterráneas, lo que sigue agotando los acuíferos de la región. Si esta agua se contamina, “acabaría preparando el terreno para una crisis de contaminación del agua”, dicen los autores.

Al no disponer de un sistema generalizado de reutilización de aguas residuales o de recogida de agua de lluvia, la ciudad tiene dificultades para satisfacer la demanda. Ya hay 1,1 millones de casas en la extensa ciudad que carecen de acceso al agua potable, y la mayor parte de la fisuración y fracturación del terreno se produce en zonas de bajo nivel socioeconómico.

Los residentes suficientemente adinerados pueden permitirse el lujo de trasladarse a zonas menos vulnerables o comprar el agua en otro lugar. Pero si no se toman medidas drásticas y pronto, el resto se verá obligado a hundirse con la tierra.

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